La Mácula es un lugar anatómico normal, como decir mano, brazo, nariz… La Mácula es una porción muy pequeña de la retina. La retina tapiza por dentro el ojo, y es la que “siente” la luz: convierte las imágenes en impulsos eléctricos que envía al cerebro. En realidad, vemos con el cerebro. El cerebro humano utiliza el 80% de su capacidad para ver. Porque después de formar las imágenes en el centro primario de la visión, el cerebro envía esa información a sus archivos para comparar con cosas conocidas anteriormente. Así, en menos de una décima de segundo, el ser humano “ve”, y “sabe” qué está viendo. La Mácula (“mancha”, en latín) se llama así, porque los antiguos, estudiando ojos de personas fallecidas, veían la retina de color blanco (porque ya no tenía circulación de sangre) y, en el centro, una mancha amarilla, que es el pigmento que utiliza el ojo para proceso químico de “ver”: convertir la luz en impulsos eléctricos.
La Toxoplasmosis es tratable con los antibióticos y antiinflamatorios adecuados. Las lesiones maculares debidas a la miopía no se pueden prevenir, y la limpieza quirúrgica de un eventual sangrado puede no ser eficaz o no aconsejable –según los casos- con respecto a los resultados visuales posibles. Las maculopatías relacionadas con la edad... no tienen origen conocido. Sí se sabe mucho de su evolución, y se pueden intentar algunos tratamientos. Estas enfermedades se dividen en dos grandes grupos. Por un lado, la atrofia y dispersión del pigmento retinal, por otro la aparición de vasos sanguíneos nuevos, debajo de la retina. Por costumbre y para facilitar la clasificación, se suele hablar de Maculopatía “seca” (dispersión y atrofia pigmentaria) y Maculopatía “húmeda” o “neovascular” (aparición de vasos sanguíneos patológicos, sin explicación de causa, por ahora).
pigmento, como si fuera el adoquinado de una calle. Los fotorreceptores, las células que “sienten” la luz, que son capaces de convertir la luz en impulsos eléctricos (que envían al cerebro por el nervio óptico), están apoyadas en el pigmento. Las células de pigmento entregan a los fotorreceptores (conos y bastones) los nutrientes necesarios, dejan pasar el oxígeno, y retiran los desechos. El pigmento es como el “almacenero” y el “basurero” de la retina sensorial. Cuando falta el pigmento en alguna parte, las células sensoriales (conos y bastones) por encima, no se alimentan debidamente, y esa área de retina disminuye su capacidad funcional: se ve peor. La atrofia y dispersión del pigmento macular constituye una enfermedad propia de la macula, que se suele llamar Maculopatía “seca”. Es muy lenta en su evolución. La administración de determinadas vitaminas puede hacer más lenta la evolución. En general, en Argentina se consumen alimentos vegetales frescos que conservan las vitaminas y no suele requerirse un suplemento en pastillas.
Aunque no se conoce el origen (la “Etiología”), en algunas personas se forman vasos sanguíneos muy
delgados, debajo de la mácula. Estos capilares tienen una pared muy delgada: una sola célula de
endotelio enrollada como un tubo hecho con una hoja de papel. Estos vasos de formación reciente se
rompen con frecuencia, produciendo pequeñas hemorragias, que como decimos más arriba, produce daños no
solo por falta de alimentación de un sector de retina, sino que el hierro de la sangre resulta tóxico
para las célalas sensoriales. Como ese “ovillo” de capilares ocupa espacio, forma un bulto debajo de la
retina, la visión se deforma. Las líneas rectas (una hilera de azulejos, por ejemplo) se vuelven curvas,
se deforman los rostros de las personas que miramos, y la misma calidad de la visión disminuye. En
algunos casos, la persona se dá cuenta que padece algo así cuando le ocurre en el segundo ojo. Es que
cuando ocurre en un solo ojo, si el otro (sano) ve bien, el cerebro utiliza las imágenes del ojo sano, y
desecha las del enfermo. Y la persona no se da cuenta más que por accidente que tiene un ojo enfermo.
Esta enfermedad termina por sí sola (si no se trata), dejando una cicatriz. La cicatriz mantiene
funcionales algunos fotorreceptores, pero no en la cantidad útil para ver ni siquiera cosas grandes. El
paciente tiene la sensación de ver alrededor de lo que mira, pero cuando mira algo, le desaparece en un
agujero sin visión, o con una visión mala, y deformada. Si se encuentra a tiempo el proceso, cuando los
capilares (que constituyen la enfermedad) son recientes, se puede intentar eliminarlos con una “llave”
biológica, denominada Avastín. Todas las células envían y reciben “mensajes”, que son proteínas todas
distintas entre sí. Cuando una de ellas “calza” en un receptor (como si fuera un molde) de una célula,
le informa de algo: esa célula empieza a producir algo, o deja de hacerlo, o se reproduce, etc. En los
procesos normales de reparación, el organismo utiliza muchas señales (“mensajes”) para enviar células
que construyan una cicatriz, material básico para producir esa cicatriz, vasos sanguíneos nuevos hechos
solo para esa oportunidad… y otras señales para retirar las células (serían los “albañiles”) y los vasos
sanguíneos fabricados para esa cicatriz. La investigación médica encontró la señal biológica que ordena
retirarse a los vasos sanguíneos recién fabricados. La empresa farmacéutica que los fabrica produce dos
versiones. Una versión -el Avastín- se usa para el cáncer de colon, un proceso maligno muy
vascularizado. Apunta a dejar al tumor sin alimentación sanguínea y así, destruirlo. El otro producto
(Lucentis) tiene una “forma” activa igual (los “mensajes” son como llaves gemelas: sólo pueden accionar
una cerradura, el receptor adecuado, con el molde adecuado) pero con una “cola” de péptidos (eslabones
de una proteína) distinta, más corta que la del Avastin. Ambos productos producen el mismo efecto (son
“llaves” iguales): accionan los receptores adecuados en los neovasos y les indican que se disuelvan, que
desaparezcan.
El retinólogo que empezó a usar estas sustancias para las maculopatías en Estados Unidos, contaba
solamente con el Avastin. El Lucentis estaba aún en etapa de investigación experimental y no se permitía
su uso en pacientes. Usó por lo tanto el Avastín en Maculopatías relacionadas con la edad a forma
“neovascular”, inyectándolo por la vena de un brazo, copiando el procedimiento utilizado para el cáncer
de colon. Y consiguió limpiar de vasos patológicos la mácula afectada en sus pacientes. Después, en aras
de tener un mejor acceso económico al producto, dividió en 400 partes el frasco de Avastin, razonando
que la cantidad de producto a utilizar era así similar a lo que se enunciaba para el Lucentis, cuando
estuviera disponible. En este caso –dosis fraccionada- inyectó el producto directamente dentro del ojo
afectado, y consiguió los mismos buenos resultados. Desde entonces, se usa indistintamente cualquiera de
los productos para inyectarlos dentro del ojo en estas patologías. La elección del producto difiere
según las circunstancias de disponibilidad de estos, según sean proporcionados por organismos oficiales
o privados, etc.
Es importante resaltar que ambos productos combaten –con bastante eficacia- las consecuencias de la
enfermedad, cuyo origen sigue sin conocerse. Sería como dominar un elemento adverso alejándolo de
nosotros. Pero por causas que se ignoran, la enfermedad se puede repetir (el origen, la causa, sigue
activa), como si consiguiera acercarse nuevamente a nosotros.
Por otro lado, la reacción de los vasos sanguíneos patológicos no es igual en todos los casos, y por lo
tanto, y casi de rutina según la experiencia previa de muchos casos, hay que repetir varias veces la
inyección, más o menos cada mes, Cuando una persona padece este proceso, se le suele advertir que muy
posiblemente requiera hasta tres inyecciones en el comienzo del tratamiento. En todos los casos, los
controles indican si se requiere otra inyección o se puede discontinuar el tratamiento, manteniendo la
vigilancia sobre el proceso.
Algunas veces si agrega un corticoide para ayudar a disminuir más rápidamente el edema de retina,
provocado por la presencia de vasos sanguíneos que pierden no solo sangre, sino también plasma.