El trauma ocular es cualquier lesión causada en el ojo por factores externos no relacionados con enfermedades del paciente.
El diagnóstico inicial se realiza con el chequeo de la presencia de lesiones que puedan comprometer la
vida del paciente.
Descartadas éstas se procede a realizar el examen oftalmológico que incluye un fondo de ojos, y en algunos
casos, exámenes complementarios como ultrasonografía y tomografía computada.
En general, el pronóstico está relacionado con la agudeza visual inicial, la localización de la herida, el
tamaño de la misma, el mecanismo por el cual se produjo y la edad del paciente.
Existen tres grupos de pacientes con trauma ocular en grado de creciente severidad: aquellos que tienen
claramente afectado el segmento posterior; aquellos en los que está posiblemente afectado ese segmento, y
aquellos que tienen claramente afectado el segmento anterior.
El segmento anterior es aquel que involucra a la córnea, el iris y el cristalino, mientras que el segmento
posterior involucra al humor vítreo, la retina y la coroides.
Los accidentes domésticos y laborales son la principal causa de un traumatismo ocular. También la
práctica de deportes y el no uso de cinturón de seguridad en el automóvil.
La mayoría de ellos son evitables y ciertas precauciones, como la utilización de protectores oculares
para determinadas tareas, puede ayudar a impedir su repetición
Debido a los múltiples tipos de trauma ocular también son variados los tratamientos a aplicar.
Estos abarcan desde la utilización de lentes de contacto terapéuticas, hasta la sutura de la córnea y la
cirugía vítreorretinal.
En los casos de compromiso del segmento posterior normalmente se realiza una primera intervención
conocida como reparación primaria y, luego de 7 a 14 días, se realiza una segunda intervención
denominada reparación secundaria.